
En su intento por diferenciar la
ciencia de otros tipos de saberes, el gran filósofo Immanuel Kant distingue
pensamiento de conocimiento científico, explicitando este último como la suma
del pensamiento y la experiencia. Partiendo de esta premisa, la realidad
demuestra un hecho que caracteriza a gran cantidad de jóvenes graduados en
nuestra profesión de agrónomos.
Para lograr “éxito” en el mercado
laboral, tomando al “éxito” como un concepto subjetivo, se debe tener cierto
conocimiento en lo referente al auto-desarrollo de la carrera profesional: Cómo
realizar un currículum, cómo preparar una entrevista de trabajo, cómo lograr
cierta oratoria, conocer nuestras fortalezas y debilidades, cómo escribir
informes, mails, comunicados. Sobre esta última trataré de explayarme para
resaltar su importancia y una observación.
Las fallas en la redacción en
nosotros como jóvenes profesionales de la Ingeniería, manifestada como pobreza
en la comunicación de un informe o un trabajo y como falla en el estilo, está
muy extendida. Las consecuencias son múltiples: la primera trae consigo una
limitación del mundo simbólico, es decir, reduce los efectos de significación y
las posibilidades para el lector de hacer múltiples lecturas. Vale la pena
recordar la idea del filósofo L. Wittgenstein de limitación del lenguaje como
limitación del mundo. La segunda, un desinterés por el artículo en cuestión y
una no asimilación de la información que se quiere transmitir.
En una empresa o institución, la
redacción como proceso de comunicación es tomada siempre como una fortaleza,
como un rasgo positivo, al mismo nivel de valoración que un promedio académico,
experiencia laboral, etc., ya que es sinónimo de forma de vincularse con
empleadores o clientes. Es un acto psicológico, social, creativo.
La habilidad para redactar no se
aprende por “ósmosis”, ni es correcto suponerla como una destreza que viene de
familia, ni tampoco nadie escribe lo suficiente como para aprender a redactar
por tanteo y error, si bien la agiliza. Si vamos hacia el terreno de las
idealizaciones, la redacción como herramienta del “éxito” laboral debería
enseñarse a través de una enseñanza formal. Reglas ortográficas, uso de
sinónimos y antónimos, estilo, creatividad (para atraer al lector) deberían
enseñarse para nuestra práctica profesional.
La redacción no es solo un
mecanismo de transmisión de información técnica, científica o comercial; trae
siempre consigo un pensamiento, ayuda también a desarrollarlo, y que, como
decía el filósofo, es parte del conocimiento científico.
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